Ésta es la historia de dos huérfanos,
Chocolate y Caramelo,
Chocolate se le llamaba, porque siempre se embadurnaba
con chocolate al desayunar,
Caramelo, pues ya adivinaréis, eso, le gustaban demasiado
los caramelos.
El padre se hizo cargo de ellos
habiendo muerto la madre al nacer Caramelo,
¡pobre hombre!, siempre trabajando
en una época donde estaba mal remunerado,
aunque fuese cajero del banco más afortunado.
Al no tener quién velase por los niños,
estos hacían mil diabluras cuando se quedaban solos,
sin institutriz que los educase,
mal remiendo tenía este descosido.
El padre pensativo encontró la solución,
"contrataré a una dama instructora de prestigio"
pensaba en voz alta, mientras su pipa fumaba,
dicho y hecho, mañana pongo un anuncio
en los periódicos del pueblo.
Se presentaron más de cincuenta cuarentonas,
viejas decrépitas con voz de ordeno y mando,
más bien servían para un régimen carcelario,
que no para educar dos tiernas criaturas.
El padre atendió una por una las peticiones
de las educadoras,
sin llegar a conclusión ninguna,
se quedó sin lista y sin listadas.
Pasado un tiempo y cobrada la desesperanza,
a la puerta llamaron, un día de bonanza,
toc, toc , toc, retumbaba la puerta,
toc, toc, toc, ¡parecía cosa siniestra!
La cocinera abrió el portón de madera,
y ante semejante sorpresa apareció
una figura incalificable de definir;
vestido gris oscuro, paraguas negro,
sombrero medio ajado y la cara...
la cara ....la tenía llena de espantosas...
verrugas, ¡Dios mío, que señora más fea!
Todos gritaron al unísono, escondiéndose
donde podían de tanta fealdad en un ser humano,
pero la señora sin inmutarse preguntó por los niños,
interesándose por su situación, en esta reunión.
Pasado mucho tiempo, la casa recobró su luminosidad,
parecía que había entrado un espíritu de la verdad,
la señora parecía más bella y menos verrugas tenía,
¿el secreto?, os lo cuento enseguida.
Por cada acción buena que los niños hicieran,
una verruga y arruga desaparecían,
al cabo de un tiempo toda su cara parecía
el de un hada joven y bella.
Los niños cumplían sus promesas de aplicarse,
de lavarse y educarse como las reglas mandaban,
y el hada por su parte les concedía pequeños
deseos ganados por su comportamiento,
ganando todos en felicidad y prosperidad.
Y así fue como una casa que se venía abajo,
no por sus tejas ni tejado,
sino por una familia destrozada por el infortunio,
recobró la vida, la alegría y sus risas,
siendo felices el resto de sus días.
Y colorín colorado doy este poema por terminado.
Chocolate y Caramelo,
Chocolate se le llamaba, porque siempre se embadurnaba
con chocolate al desayunar,
Caramelo, pues ya adivinaréis, eso, le gustaban demasiado
los caramelos.
El padre se hizo cargo de ellos
habiendo muerto la madre al nacer Caramelo,
¡pobre hombre!, siempre trabajando
en una época donde estaba mal remunerado,
aunque fuese cajero del banco más afortunado.
Al no tener quién velase por los niños,
estos hacían mil diabluras cuando se quedaban solos,
sin institutriz que los educase,
mal remiendo tenía este descosido.
El padre pensativo encontró la solución,
"contrataré a una dama instructora de prestigio"
pensaba en voz alta, mientras su pipa fumaba,
dicho y hecho, mañana pongo un anuncio
en los periódicos del pueblo.
Se presentaron más de cincuenta cuarentonas,
viejas decrépitas con voz de ordeno y mando,
más bien servían para un régimen carcelario,
que no para educar dos tiernas criaturas.
El padre atendió una por una las peticiones
de las educadoras,
sin llegar a conclusión ninguna,
se quedó sin lista y sin listadas.
Pasado un tiempo y cobrada la desesperanza,
a la puerta llamaron, un día de bonanza,
toc, toc , toc, retumbaba la puerta,
toc, toc, toc, ¡parecía cosa siniestra!
La cocinera abrió el portón de madera,
y ante semejante sorpresa apareció
una figura incalificable de definir;
vestido gris oscuro, paraguas negro,
sombrero medio ajado y la cara...
la cara ....la tenía llena de espantosas...
verrugas, ¡Dios mío, que señora más fea!
Todos gritaron al unísono, escondiéndose
donde podían de tanta fealdad en un ser humano,
pero la señora sin inmutarse preguntó por los niños,
interesándose por su situación, en esta reunión.
Pasado mucho tiempo, la casa recobró su luminosidad,
parecía que había entrado un espíritu de la verdad,
la señora parecía más bella y menos verrugas tenía,
¿el secreto?, os lo cuento enseguida.
Por cada acción buena que los niños hicieran,
una verruga y arruga desaparecían,
al cabo de un tiempo toda su cara parecía
el de un hada joven y bella.
Los niños cumplían sus promesas de aplicarse,
de lavarse y educarse como las reglas mandaban,
y el hada por su parte les concedía pequeños
deseos ganados por su comportamiento,
ganando todos en felicidad y prosperidad.
Y así fue como una casa que se venía abajo,
no por sus tejas ni tejado,
sino por una familia destrozada por el infortunio,
recobró la vida, la alegría y sus risas,
siendo felices el resto de sus días.
Y colorín colorado doy este poema por terminado.
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