domingo, 25 de octubre de 2009

La muerte no tiene prisa


Le sonrío a la muerte,
después que me de la espalda,
tantas veces.....
disecando mi esencia
con un soplido acre de la suya.

¡Infeliz de mi!

Que creo poder sobornarla
como un Dorian Gray cualquiera,
importándole una mierda....
cualquier obra siniestra
que realizase sin su presencia.

Podría tirarme al abismo sin final,
sin retorno de mi olvido,
acabando con mi perra vida,
con mis estigmas neuronales
y mis oscuras realidades.

Podría pedirle a Hefaistos
que descargara su furia en mil rayos,
o que mandara a su cíclopes
para devorarme,
podría mofarme de su fea cara,
y me mandaría asar a fuego lento...
en la lava de sus volcanes.

Nada de eso importaría a su siniestra majestad;
al portador de la voluntad de las Parcas,
al desangrador de almas pútridas,
al liberador de conciencias presas.

Nada importa ya,
me he reído de ella tantas veces.....
como señales de aviso
he recibido de su maliciosa risa,
guiñándome su oscuro ojo....
sin ninguna prisa.

Ella tiene la banca de tu vida,
haciéndonos creer que podemos
ganarle una mano.

¡Vana ilusión maldita!

Ella siempre gana la partida.

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