Bajo la sombra de un gran cerezo,
tiernas sus flores, rosáceas y blancas su color,
sentados en la hierba fresca, descubriendo nuestro amor,
secretos íntimos guardados durante mucho tiempo,
a la sombra de este árbol en flor.
Conversaciones íntimas,
miradas profundas,
destellos de dos enamorados,
efluvios de dos buenas almas.
Las manos se tocan, los dedos se entrelazan,
profundas son las miradas,
el tiempo se detiene, todo se ralentiza,
desde el aletear acompasado de las mariposas,
hasta el zumbido de una abeja reina,
llevando la miel a sus colmenas.
Nuestras pupilas se abren más,
nuestros oidos se agudizan,
sinfonías de sonidos y colores,
multitud de olores y sabores.
Todo parece palpitar, todo tiene su ritmo y vibración,
apenas oigo el latir de mi corazón,
vida y sólo vida a mi alrededor,
en todas partes,
formando una perfecta armonía,
entonando una suave melodía.
Nos seguimos mirando profundamente,
la fusión entre los dos es totál,
ya no veo sus ojos solamente,
el universo entero, con sus estrellas y galaxias,
através de sus cristalinos veo perfectamente.
Mientras seguiamos entrelazados con nuestras manos,
notaba como caían pétalos de flores del cerezo,
con una suave brisa al ritmo lento de un sinfónico esquerzzo,
mientras serpentinas de energia retozaban en nuestros cabellos.
Así notaba su amor,
sus efluvios me llegaban con insigne calor,
su entrega era total,
su amor por mí, incondicional.
Poco a poco salimos de este trance místico,
volviendo todo a su normal velocidad,
su cara tornose sonrosada,
y sus ojos azulados,
como dos zafiros incrustados.
Cansados y extenuados por tanta visión,
abrazados bajo un cerezo en flor,
descansamos de nuestra experiencia con ilusión,
pues descubrimos el más allá con esta fusión.
Descubrimos juntos un mundo nuevo, en su inmensidad,
vivimos y experimentamos la naturaleza y su bondad,
nos fusionamos en el Universo que lo ocupa todo,
y el Universo nos devolvió con creces,
lo poco que le habíamos dado.
tiernas sus flores, rosáceas y blancas su color,
sentados en la hierba fresca, descubriendo nuestro amor,
secretos íntimos guardados durante mucho tiempo,
a la sombra de este árbol en flor.
Conversaciones íntimas,
miradas profundas,
destellos de dos enamorados,
efluvios de dos buenas almas.
Las manos se tocan, los dedos se entrelazan,
profundas son las miradas,
el tiempo se detiene, todo se ralentiza,
desde el aletear acompasado de las mariposas,
hasta el zumbido de una abeja reina,
llevando la miel a sus colmenas.
Nuestras pupilas se abren más,
nuestros oidos se agudizan,
sinfonías de sonidos y colores,
multitud de olores y sabores.
Todo parece palpitar, todo tiene su ritmo y vibración,
apenas oigo el latir de mi corazón,
vida y sólo vida a mi alrededor,
en todas partes,
formando una perfecta armonía,
entonando una suave melodía.
Nos seguimos mirando profundamente,
la fusión entre los dos es totál,
ya no veo sus ojos solamente,
el universo entero, con sus estrellas y galaxias,
através de sus cristalinos veo perfectamente.
Mientras seguiamos entrelazados con nuestras manos,
notaba como caían pétalos de flores del cerezo,
con una suave brisa al ritmo lento de un sinfónico esquerzzo,
mientras serpentinas de energia retozaban en nuestros cabellos.
Así notaba su amor,
sus efluvios me llegaban con insigne calor,
su entrega era total,
su amor por mí, incondicional.
Poco a poco salimos de este trance místico,
volviendo todo a su normal velocidad,
su cara tornose sonrosada,
y sus ojos azulados,
como dos zafiros incrustados.
Cansados y extenuados por tanta visión,
abrazados bajo un cerezo en flor,
descansamos de nuestra experiencia con ilusión,
pues descubrimos el más allá con esta fusión.
Descubrimos juntos un mundo nuevo, en su inmensidad,
vivimos y experimentamos la naturaleza y su bondad,
nos fusionamos en el Universo que lo ocupa todo,
y el Universo nos devolvió con creces,
lo poco que le habíamos dado.
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