Por si muero antes que ella,
no es egoísmo siniestro, es amor postrero que mi alma espera,
a mi rosa eterna, floreciendo en mi altar, perfumada,
como su jardinero conservándola bella y engalanada.
No quiero verla apenada, más bien risueña en su alma,
dejarla en libertad de mis besos, para que otros puedan besarla,
que más crueldad es maldecir las envidias que causan
otros jóvenes que con sus miradas furtivas abrasan.
La eternidad no admite tiempo y espacio, y allí la espero,
que la vida esta para disfrutarla y no despreciarla,
sin dejarse llevar por recuerdos y nostalgias oscuras
que encojen el alma, marchitándose como las rosas.
Ella sabrá, en llegando el fin de sus días terrenales,
que una vez se traspone el alma del cuerpo
una vez traspasado el túnel de la conciencia,
la esperaré como su fiel amante con impaciencia.
no es egoísmo siniestro, es amor postrero que mi alma espera,
a mi rosa eterna, floreciendo en mi altar, perfumada,
como su jardinero conservándola bella y engalanada.
No quiero verla apenada, más bien risueña en su alma,
dejarla en libertad de mis besos, para que otros puedan besarla,
que más crueldad es maldecir las envidias que causan
otros jóvenes que con sus miradas furtivas abrasan.
La eternidad no admite tiempo y espacio, y allí la espero,
que la vida esta para disfrutarla y no despreciarla,
sin dejarse llevar por recuerdos y nostalgias oscuras
que encojen el alma, marchitándose como las rosas.
Ella sabrá, en llegando el fin de sus días terrenales,
que una vez se traspone el alma del cuerpo
una vez traspasado el túnel de la conciencia,
la esperaré como su fiel amante con impaciencia.
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