miércoles, 31 de marzo de 2010

Mi noche, una condena perpetua


Maldita la estampa nocturna
que se cuelga como un látigo de mis párpados
en forzada abertura callada y taciturna,
atrapado por las manecillas del reloj
contando las horas como plomo,
como si el woofer de mi altavoz
desparramase sus cuatrocientos hertzios
en mi cerebro somnoliento
martilleando el yunque de mis oídos.

Noches en velatorio perpetuo
como si de mi muerte se tratara,
noches alargadas,
eternamente dislocadas en el tempo
del tic-tac de mi corazón,
un ritmo lento cuasi-infernal
donde la oscuridad es el único lamento,
donde la claridad de la noche
se vuelve un eterno crepúsculo
esperando con impaciencia
el amanecer del presente.

Habiendo pagado la triste condena
de una noche perpetua
en el largo corredor mortuorio
de mi cárcel eterna.

En la penumbra,
veo mis paredes acortar distancias
hasta que mi claustrofóbica fobia
me excita en sudores
y en golpes con el pié descalzo
contra el estucado.

¡Oh me deshago el pié en pedazos
o la derribo a cabezazos!.

¿Y el reloj de las manecillas plomadas?.

Ese,
tiene sus horas contadas en el exterminio,
pasará a ser una reliquia más del reciclaje...
para su martirio.

1 comentario:

  1. Tremendo coraje y fuerza que emanan de estos versos.
    Siempre exprimiendo las imágenes al máximo.

    Un fuerte abrazo para ti.

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