domingo, 11 de octubre de 2009

Sueños oscuros



Un profundo sopor me invade
cayendo en mi mullido lecho,
como narcotizado por un peyote,
ya no siento mi cuerpo,
y en trance me quedo...
muy quieto.

Me desplazo sin poder evitarlo,
soy un ser diáfano
entre multitud de sombras,
que gritan, se agreden mutuamente,
parecen fantasmas del pasado
o de un olvido muy lejano.

Las calles están en penumbra
bajo farolas enmarañadas,
son telarañas viscosas
de tiempos remotos,
quedando atrapados los huesos disecados
de insectos, ya putrefactos.

Una tormenta se acerca,
una explosión lumínica,
un ser a caballo se detiene,
negro corcel lleva,
mirada roja...siniestra,
una espada en la mano...
y me señala.

¡Tú...humano!,

contempla tus ruinas,
(con voz cavernosa me decía)
mira esta desolación que impera,
estos campos sin simiente,
estas calles malolientes.

¿Dónde están vuestros dioses?.

¿Dónde vuestros templos?.

La locura os ha hecho presa
apagando vuestros fuegos internos,
y la insensatez domina por doquier
en vuestros sagrados cuerpos.

¡Mira, humano!.

Observa a donde ha llegado la codicia,
guerras y saqueos masivos,
generaciones enteras trastornadas
por homicidas gobernantes...
reyes de la fatalidad y su destino,
delirios de falsos gigantes.


¡Hipócritas!
(dirigiéndose a la multitud fantasmagórica)

Vuestra ceguera, es ahora vuestra suerte,
camináis a tientas por el inconsciente,
siendo vuestro lenguaje bífido
como serpientes apareadas
en una Sodoma constante,
siendo la lujuria y el libertinaje...
vuestro ingominioso bagaje.

¡Esto que ves!,
esta oscura y apestosa infamia
donde todavía reina la idolatría,
donde el becerro de oro
ocupa un lugar privilegiado,
siendo por fantasmas...reverenciado.

¡Esto que ves, humano!,
ocurrirá en tu plano físico,
en un futuro no lejano...
ya se oye al Anticristo
vociferar en los templos,
desatándose los demonios del averno,
expandiendo su impiedad...
por todo el orbe,
tiñéndolo de sangre
con su pérfida maldad.

Mi espada caerá ante los justos,
(seguía hablando el ser oscuro)
pero...
será inflexible ante las atrocidades
de humanos sin escrúpulos
y sus eternas iniquidades.

¡Ve, hermano!,
descansa tus ojos rojizos,
graba este mensaje apocalíptico
con tu sangre, en los pergaminos,
yo, con mi corcel,
los distribuiremos con los vientos,
quedando abiertos los juicios...
y todos sus tormentos.

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