domingo, 15 de noviembre de 2009

Noche cerrada



¿Por qué cerrar la noche a las tristezas
cuando la oscuridad desbloquea sentidos
ocultos éstos en el alma apenada?,
siendo el reflejo de la Luna
la que tintinea las campanas del oído
trasmitiendo ritmos y sonidos,
vibraciones y silogismos.

Sus ecos y biorritmos naturales
nos transmiten sensaciones contradictorias;
paz o furia,
amor o posesión,
lujuria o pasión,
en transformaciones casi místicas
o en mutaciones aberrantes infernales.

La historia está plagada de leyendas;
vampiros eternos,
licántropos enfermizos,
mutantes psicópatas,
fantasmas errantes,
demonios infernales,
amén de brujas y duendes,
elfos y hadas,
y ,"maravillosas asesinas en serie",
todo leyendas escritas
desde el albor de los tiempos.

No hay que temer a la noche y sus estigmas;
lacerantes y supurantes unos,
sangrantes pero valientes otros,
inquietantes y emocionantes
los que hacen palpitar nuestro cardiaco corazón,
al ritmo que marcan las leyes naturales;
colapsando estrellas y satélites
despertando de su letargo, púlsares,
o puede que tú mismo seas un espíritu errante
y aúlles cuando la Luna alcanza su cenit.

Es la oscuridad de la noche
la que en el subconsciente
nos hace temer al miedo mismo,
a los fantasmas internos
que despliegan sus fauces
arrebatando el claroscuro de tu cerebro
en detrimento de tu cuerpo efímero.

Es la oscura claridad mental;
contradicción aparente
que en enfermedades mentales
puede aparecer sabiduría en una mitad
y en la otra...
una combativa temeridad.

Es la cerrada noche sin Luna
dónde el negro se hace más patente,
cuando puertas subespaciales se abren
creando dimensiones paralelas
alternativas a otros planos,
misterios que a veces resultan paranoicos
en quienes los sufren en sus carnes,
después de haber sido vilipendiados,
masacrados mentalmente,
regurgitando su creencias internas
para beneficio de ateos conformistas.



¿Por qué ese miedo ancestral a la oscuridad de la noche
si forma parte del orden natural?

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