domingo, 15 de noviembre de 2009

A los pies de ningún maestro



Ando descalzo, perdido,
entre los destellos de la mentira
y los lupanares de la dicha,
universos oscuros de la sátira
y las comedias irónicas de la vida.

Maestros por doquier de falsedades
a sus pies... ni sus bondades,
falacias exageradas de un bendito,
¡oh, es el maestro de universos!,
un pobre loco de los sesos.

Puede que los haya, como las meigas,
puede que tengan buen alma,
puede que sus verdades a medias
sean grandes axiomas sentenciados,
o puede que sean inventos de algún diablo.

Como poder, pueden ser muchas cosas,
pero no seré yo quien me postre
ante los dedos agrietados de ningún sabelotodo
que saca cenizas del éter, chasqueando las manos,
o declara leyes universales a fanáticos dementes
que no ven ni oyen, más allá de sus parcas mentes.

No hay más maestro que uno mismo;
con sus bofetadas,
con sus experiencias terrenales,
con sus fantasías y mediocridades,
con sus desgracias y bondades.

Yo soy el que eternizo mi tiempo presente
en la inmensidad del cosmos unitario,
soy el maestro de mis actos
siendo la consecuencia de ellos.

Soy el alfa y omega (ya muy dicho),
desde mi primera encarnación
como ser sin conciencia ni conocimiento,
vengo del cosmos galáctico
al igual que los maestros de diseño,
diseñados por ellos mismos...
empadronados en el ego más siniestro.

Nadie controla mi ser, (el yo soy),
ningún pseudo-extraterrestre
aprisiona mi mente,
sólo en las más grandes alturas
atravesando las oscuras puertas,
podré algún día vislumbrar la verdad;
que soy un hijo más del Big Bang
al igual que todo lo creado...
en ese instante eternizado.

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