Amo y odio a mi oscuridad
como ella me llama a su eternidad,
en simbiosis perpetua
con su opaca luminosidad.
Activa en una parte de mi ser
como la mitad de mi reflejo,
en lucha constante y demencial
por no devolver mal por mal.
Gladiador y eunuco me cree
a su servicio, es su ley,
ejecutora de pasados imperfectos,
verdugo de mis oscuros sentimientos.
Como si en un campo de batalla estuviéramos
alimentada de continuo por las Keres,
sangre requiere constantemente
llevándose sus frutos a la morada de Hades.
Y yo soy una de sus presas favoritas,
apoltronada en su reinado oscuro,
observa atentamente y aplaude
cuando pierdo una batalla
apretando los puños....
por no saltar sobre ella, y degollarla.
Tánatos nervioso, me ve morir
en cada intento de sobrevivir,
sin agachar jamás la cabeza,
pues mi destino él sabía
estaba en manos de las Moiras.
Como un eunuco gladiador,
¡ así me llamaba la desdichada !,
riéndose a carcajadas
con su bronca y ronca voz.
Oyéndola reír, se me deshacía el alma,
e incongruentemente se fortalecía mi voluntad
de seguir luchando y ganado a mis adversarios,
sicarios de su creída majestad.
¡ Jamás tendrás mi alma para siempre !,
¡ me oyes, desgraciada !,
no complaceré tus réquiems infernales
ni escribirás oscuros epitafios,
cuando mi muerte y mi destino......
queden por fin unidos.
como ella me llama a su eternidad,
en simbiosis perpetua
con su opaca luminosidad.
Activa en una parte de mi ser
como la mitad de mi reflejo,
en lucha constante y demencial
por no devolver mal por mal.
Gladiador y eunuco me cree
a su servicio, es su ley,
ejecutora de pasados imperfectos,
verdugo de mis oscuros sentimientos.
Como si en un campo de batalla estuviéramos
alimentada de continuo por las Keres,
sangre requiere constantemente
llevándose sus frutos a la morada de Hades.
Y yo soy una de sus presas favoritas,
apoltronada en su reinado oscuro,
observa atentamente y aplaude
cuando pierdo una batalla
apretando los puños....
por no saltar sobre ella, y degollarla.
Tánatos nervioso, me ve morir
en cada intento de sobrevivir,
sin agachar jamás la cabeza,
pues mi destino él sabía
estaba en manos de las Moiras.
Como un eunuco gladiador,
¡ así me llamaba la desdichada !,
riéndose a carcajadas
con su bronca y ronca voz.
Oyéndola reír, se me deshacía el alma,
e incongruentemente se fortalecía mi voluntad
de seguir luchando y ganado a mis adversarios,
sicarios de su creída majestad.
¡ Jamás tendrás mi alma para siempre !,
¡ me oyes, desgraciada !,
no complaceré tus réquiems infernales
ni escribirás oscuros epitafios,
cuando mi muerte y mi destino......
queden por fin unidos.
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