sábado, 13 de febrero de 2010

El último beso


Besos de un te quiero moribundo
atraen a las sombras de otro mundo,
bebe sus lágrimas agrias y saladas
la compañera de las azucenas blancas.

No la reconoce por sus ojos cristalinos
pero si por su alma generosa y bondadosa,
a terciopelo le saben sus caricias con las manos
sus besos a miel de tomillo con pétalos de rosa.

Siempre impregnando la habitación con su natural esencia
dándole la vida cada minuto, de cada día,
en deuda la tiene reservada en la próxima vida
con mano tendida, en excelsa bienvenida.

Después de larga enfermedad y eterna agonía
el moribundo ve la muerte su amiga, su libertad,
ella llora desconsoladamente su ausencia
pero sabe que él la espera en la eternidad.

Ella viste el duelo de las rosas negras
las que consagra en su recuerdo, de momento,
sabiendo que pronto dejarán de serlo en sentimiento
devolviéndole la paz con la luz de sus azucenas blancas.

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