
Se me escapa el tiempo
en latitudes que no alcanzo,
se marcha agazapado por las rendijas
que mis ojos dejan entreabiertas.
Cree que me deja incólume con los años,
pero así como a una cebolla
se le pudren sus externas capas poco a poco,
así me deja el que marca las horas;
pudriéndome por fuera
con los reveses del destino
que el brillo de mis pupilas no alcanza a vislumbrar.
Neurasténico por mantenerme lejos de él
psicopático por machacar sus manecillas;
sin remordimientos
ni vanas culpas,
siendo mis arrugas sus carcajadas hipócritas.
Sin poder atrapar su sombra y el odioso tic-tac,
emergen mis ansias de correr más veloz
terminando la carrera de fondo cronométricamente,
antes que sus segundos
me persigan durante horas
por planos y subplanos
en una eterna lucha constante.
Me reflejo en el espejo
viendo a Chronos (Dios del tiempo en la mitología griega) ,
lavarse las manos en el calendario de mi existencia,
veo mi destino
observo el pasar de los eclipses
es mi vida
es mi muerte
es mi experiencia.
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