domingo, 11 de octubre de 2009

¡Oh!, mi Diosa



¡Oh! , que capacidad de entrega en ti percibo,
al ver tus acciones con complacencia,
me lleva al amor sin mesura y sentencia,
que ni la fortuna se arrimase con recibo.

Satisfacción que inconsciente arremete
en mi corazón y en mi mente,
henchido, pletórico por tenerte a mi lado,
¿será intervención de cupido o de un hado?.

Que ni los Dioses del Olimpo o del infierno,
poseen semejante sirvienta o musa,
de envidia se corroen en el mismo averno,
conformándose con mirar y morderse la camisa.

¡Oh!, si tu pudieras intuir mis sentimientos,
si tu alma fuera regada con mis deseos,
serías afortunada de sentirte tan venerada
por un mortal de simpleza callada.

¡Oh!, Diosa del amor, de pasión y fuego,
oh, sacerdotisa de la llama imperecedera,
este mortal reclama tu insigne belleza,
para adorarte o hacerte mía con sutileza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario