martes, 23 de febrero de 2010

Dama de la soledad


Por hacerte caso en penuria me veo,
sigilosamente te deslizaste como serpiente
para morderme donde más me dolía;
mi eterna soledad
oscura y paciente.

Me diste a beber tragos amargos
que en apariencia era ambrosía en vasos largos,
me hiciste creer en las virtudes del amor físico
a sabiendas que me era imposible
degustar las mieles de lo agradable,
en un ser muy vulnerable e inestable.

Llevo el vino amargo en mis entrañas
y la cicuta en mis neuronas,
sabes del peligro que eso entraña en mi vida
dando gracias a mis versos que me desahogan
pareciendo mi existencia;
un extenso y lúgubre tobogán
de bajada en picada pendiente
al mismo abismo de mi mente.

Sabías eso,
¡ oscura ramera!,
que imbéciles e incautos como yo
caerían en tus redes pérfidas,
que el amor era solo ilusión neuronal
de un proceso químico mental.

Que no sigue habiendo nada para mí,
que pasan los años y viejo y decrépito me reflejo
en el espejo de mi eterno ser,
que de humano locuaz,
pasaré a poeta delirante
con muy alto estandarte.

Por eso te odio y te maldigo
dama de la soledad,
no eres el espíritu de verdad,
más bien,
el fantasma de la iniquidad.

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