sábado, 10 de octubre de 2009

Nuestros señoriales muertos



Pálida muerte, fría, distante,
que en lápidas de mármol habitas,
estatuas sepulcrales que recuerdan,
que aquí habitó un ser vivo, de su clase,
con su jerarquía, una reliquia del pasado,
que ni la brisa se para ni a mirarlo.
Ni los muertos descansan iguales
ni paz ni sosiego les damos,
tienen clases entre ellos, montón de huesos,
que ni con el tiempo conservan estos,
en cenizas se convierten,
dando por sentado la igualdad
que no aceptan ni vivos ni muertos.
El dolor queda desvanecido,
las penurias quedan olvidadas,
el tiempo pasa al vacío,
quedando las lápidas abandonadas.
¿Dónde están ahora vuestros destinos
dónde se encuentran vuestras fortunas?,
en un puñado de polvo acabasteis,
creyendo que teníais el billete comprado
directo al paraíso de los bienaventurados
¿Dónde están vuestros deudos y lacayos
pues nadie vienen a veros muertos?,
envidias, dolores, y desgracias causasteis,
olvidados quedáis, que ni la brisa limpia,
secándose las pocas flores marchitas.
En vida os creíais los dueños y señores
de vidas ultrajadas y mancilladas,
ahora seres vagáis por los alrededores
como almas penando pecados y derroches,
ya no hay quien os vigile y atienda,
sólo sois tristes harapos con conciencia.

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