Siempre la veía asomada, apoyada en la barandilla del balcón,
bien arreglada, pelo ondulado y rojizo acorde con la estación,
todos los días la miraba, de estatura mediana, por los treinta años andaba,
todos los días con su mirada perdida, como si algo le faltara.
La veía desde mi ventana, un piso más abajo del suyo,
su mano apoyada en su barbilla y su mirada perdida,
siempre me saludaba con una mirada y su mano alzada,
siempre cortés, muy educada, siempre callada.
Desde mi ventana la veía asomada,
con la misma tristeza, con la misma mirada,
sus ojos de vez en cuando derramaban una lágrima,
resbalando por su mejilla, como perla inmaculada.
Más un día todo cambió,
ya no parecía la misma carita sonrosada,
ya no era la misma lágrima,
era un sollozo por la cara amoratada.
Me saludaba con la mano,
las lágrimas como cascadas corrían por sus mejillas,
era una de las tantas mujeres maltratadas,
era una de tantas mujeres golpeadas,
era una más de las sufrientes calladas.
No se que fue de ella, de mi vecina de triste mirada,
a el lo detuvieron y lo condenarón,
mucho tiempo paso y recibí una carta cerrada,
contándome lo ocurrido con una sincera explicación.
Recuerdo y recordaré siempre a mi vecina callada,
la joven de la triste mirada,
a la que me saludaba siempre con la mano alzada,
recuerdo y recordaré a la mujer maltratada.
bien arreglada, pelo ondulado y rojizo acorde con la estación,
todos los días la miraba, de estatura mediana, por los treinta años andaba,
todos los días con su mirada perdida, como si algo le faltara.
La veía desde mi ventana, un piso más abajo del suyo,
su mano apoyada en su barbilla y su mirada perdida,
siempre me saludaba con una mirada y su mano alzada,
siempre cortés, muy educada, siempre callada.
Desde mi ventana la veía asomada,
con la misma tristeza, con la misma mirada,
sus ojos de vez en cuando derramaban una lágrima,
resbalando por su mejilla, como perla inmaculada.
Más un día todo cambió,
ya no parecía la misma carita sonrosada,
ya no era la misma lágrima,
era un sollozo por la cara amoratada.
Me saludaba con la mano,
las lágrimas como cascadas corrían por sus mejillas,
era una de las tantas mujeres maltratadas,
era una de tantas mujeres golpeadas,
era una más de las sufrientes calladas.
No se que fue de ella, de mi vecina de triste mirada,
a el lo detuvieron y lo condenarón,
mucho tiempo paso y recibí una carta cerrada,
contándome lo ocurrido con una sincera explicación.
Recuerdo y recordaré siempre a mi vecina callada,
la joven de la triste mirada,
a la que me saludaba siempre con la mano alzada,
recuerdo y recordaré a la mujer maltratada.
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